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Porción llamada Ki Tavó – Cuando llegues

Porción llamada Ki Tavó – Cuando llegues
Deuteronomio 26:1 a 29:9
Así como en el resto de las porciones que hemos estudiado, los temas que pueden extraerse y aprenderse de ellas son infinitos. A continuación citaré algunos pasajes de la porción semanal con un tema común a todos ellos.
26:5-6 “Entonces hablarás y dirás delante de YHWH tu Elohim: Un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa;  y los egipcios nos maltrataron y nos afligieron, y pusieron sobre nosotros dura servidumbre.”
 26:17-18 “Has declarado solemnemente hoy que YHWH es tu Elohim, y que andarás en sus caminos, y guardarás sus estatutos, sus mandamientos y sus decretos, y que escucharás su voz.  Y YHWH ha declarado hoy que tú eres pueblo suyo, de su exclusiva posesión, como te lo ha prometido…”
28:9 “Te confirmará YHWH por pueblo santo suyo, como te lo ha jurado, cuando guardares los mandamientos de YHWH tu Elohim, y anduvieres en sus caminos.”
Escogí estos versículos, los cuales como anticipé tienen un tema en común, el cual es la “identificación”.
Todo ser humano que habite en sociedad tiene sobre sí la pertenencia a un grupo determinado. Esta pertenencia puede ser laboral, profesional, estudiantil, a partir de sus ocupaciones, sus deseos, sus expresiones deportivas. Se “es” carpintero, ciclista, médico, simpatizante de tal equipo deportivo, se “es” peruano, argentino, nicaragüense. Etcétera.
Pero lo grandioso de estos pasajes citados es que existe la posibilidad de ser parte de una comunidad de personas, una congregación de ellas, las cuales tienen una identificación mayor. Esta identificación es la de ser “Pueblo suyo” (conforme 26:18 y 28:9) y esta realidad no es sólo actual, sino que se traslada al pasado y se proyecta al futuro. Por ello también cito los versículos del capítulo 26. En ellos al final del versículo 6  tenemos tres palabras identificadoras: nos, nos, nosotros. Donde la realidad vivida por nuestros antepasados no nos es ajena. Sino que experimentamos interiormente aquella vivencia de la esclavitud como si nosotros mismos hubiésemos estado cautivos.
Aquí comienza una importante brecha, pues quien no tiene en su vida esa identificación se encuentra por errados caminos.
Pero debo aclarar que no se trata solamente de algo “que se siente”, sino primordialmente algo que se practica. Pues los párrafos citados se encargan de aclarar que:
“andarás en sus caminos, y guardarás sus estatutos, sus mandamientos y sus decretos, y que escucharás su voz.”
“Te confirmará YHWH por pueblo santo suyo… cuando guardares los mandamientos de YHWH tu Elohim, y anduvieres en sus caminos.”
He visto en mis años a muchos decirse  “llamados” “escogidos” hablar de sus músicos como “levitas” reclamar los “diezmos” de los miembros de su congregación, llamarse a sí mismo “nación santa”, etcétera. Pero sin observar el mínimo de los mandamientos, alegando un supuesto “no estar bajo la ley”.
O sea aprovechando las ventajas de ser parte del Pueblo Suyo sin tener que dar nada a cambio.
¡Pobres de ellos! Pálidas sombras de aquello que pudieron llegar a ser. Tristes caminantes de sus propias sendas que deambulan de iglesia en iglesia o grupo en grupo. Desconociendo lo que es bueno y perfecto a los ojos de Elohim e inventando liturgias, ritos y enseñanzas.
La identificación es fundamental pero ella conlleva la obligación de ser “pueblo santo suyo”. Santo, en el sentido de apartado, para vivir una vida conforme a la Instrucción por Él impartida.
La porción de la Instrucción llamada “Cuando llegues” (Parashá Ki Tavó) conduce desde el principio al creyente a que tome conciencia de su lugar en el mundo. Su lugar como parte de un Pueblo santo, escogido entre las naciones, observante de la Toráh y del Testimonio del Mesías Yeshúa. Y con ello ocurrirá que Elohim mismo llevará adelante la siguiente acción:
“… exaltarte sobre todas las naciones que hizo, para loor y fama y gloria, y para que seas un pueblo santo a YHWH tu Elohim, como él ha dicho.” 26:19
  A menudo oímos decir que YHWH está en todas partes y que producto de su omnipresencia debemos ser conscientes de que nuestros pecados son por Él registrados.
¿Tiene esta aseveración algún tipo de asidero bíblico? ¿La Instrucción nos advierte sobre ello en algún lugar?
Si bien no corresponde a la porción de esta semana, queremos citar el siguiente versículo, pues tomando en cuenta el sentido cíclico de la Toráh, es claro que luego lo veríamos trayendo Luz a nuestra porción actual. Veamos Deuteronomio 29:29
“Las cosas secretas pertenecen a YHWH nuestro Elohim; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.”
Entendemos que es este un pasaje conocido aunque a veces no bien entendido.
En este versículo se nos hace alusión a dos escenarios distintos.
Por un lado uno con el contenido de las cosas secretas. Por el otro el de las cosas reveladas.
Las segundas constituyen aquellos pecados que son conocidos por las personas, aun cuando fuese una sola, y que por esa misma situación de conocimiento pueden ser juzgadas por la comunidad. Ello a través de los distintos tribunales que vimos en las porciones anteriores.
Pero es el primer caso el que ahora debe centrar nuestra atención. Nos referimos al de las cosas que se hacen en secreto. Aquellas para las cuales no hay espectadores visibles. Aquellas que por ejemplo ocurren en la soledad de un cuarto, de una habitación, en la inmensidad del campo, en un lugar vacío, etcétera.
El versículo citado establece que esas “cosas” pertenecen a YHWH. ¿Y esto qué significa? Significa que todo aquello que se haga en oculto de otras personas y que constituya una transgresión a los mandamientos del Altísimo, tendrá en Él al que tomará directamente cartas en el asunto.
La pregunta que surge ahora es cómo ocurre ello. Cómo es que YHWH obra ante lo que está oculto a los ojos de los hombres.
La respuesta, volviendo atrás en la curva del ciclo, la tenemos en la porción que estamos estudiando. Deuteronomio 27: 15 al 26 nos presenta un catálogo de pecados que conllevan a la muerte y que quedarían impunes ante la ignorancia de las demás personas de que ha ocurrido.
Son estas “cosas” hechas en secreto que conllevan una maldición, el mal decreto divino sobre la vida de aquel que las practica. Y precisamente para que estas maldiciones fuesen activadas fue necesario el consentimiento, la afirmación del Pueblo de Israel, lo cual fue coronado con el Amén al final de cada maldición.
Tomemos alguna como ejemplo. Es nuestra intención que el discípulo pueda adquirir conocimientos por su cuenta para lo cual le brindamos las herramientas del estudio, por ello no analizaremos todas las maldiciones, sino alguna en particular.
27:18 “Maldito el que hiciere errar al ciego en el camino. Y dirá todo el pueblo: Amén.”
Siempre que analizamos alguna porción de las Escrituras establecemos nuestra opinión acerca del sentido literal y el sicológico de la misma.
El sentido literal nos conduce, y debemos decirlo con toda franqueza, a una de las bajezas más grandes del ser humano. Pues conducir a un ciego por un camino peligroso para su integridad, hacia una caída, un pozo, un lugar resbaladizo, importa una cuota de maldad tan grande que si fuésemos testigos de ello, de inmediato deberíamos intervenir.
Pero hay que entender también que ciego es aquel que tiene los ojos cerrados a su destino. Y este es el aspecto sicológico que nunca debemos olvidar. Pues serán miles de personas las que a lo largo de nuestra  vida nos crucemos y que no tengan una visión clara de a dónde deben dirigirse.
Meditemos por un instante en esto. ¿Cómo conducimos al ciego?  A veces él mismo se apoya en nosotros para cruzar una calle y es nuestro propio andar el que le sirve de referencia. ¿Qué ocurre si a través del lugar al cual dirigimos nuestros pasos lo estamos haciendo errar?
Me refiero a la situación en la cual nuestro caminar debe servir de ejemplo. Si nosotros que debemos ser Luz para las naciones estamos caminando en forma torcida, desviados de la senda correcta que el Altísimo nos muestra, ese mal ejemplo se transformará en una guía incorrecta para aquel que aún no tiene sus ojos espirituales abiertos. Nuestros malos pasos serán copiados por esa persona, a veces interpretando que es la forma correcta de desenvolverse en la vida, a veces porque nuestra actitud no le ha dado fuerzas para cambiar.
En otras ocasiones el ciego ve su camino torcido por nuestras palabras. Pues ya hemos establecido que en este caso estamos hablando de ceguera espiritual. Qué ocurre si nuestros consejos lo conducen por un camino equivocado. Si nuestras palabras, lejos de conducirlo al conocimiento de toda verdad, en realidad lo llevan por el mal camino. Un consejo contrario a las Escrituras, quizás bienintencionado, puede dañar mucho más que un consejo no dado. Imaginemos un caso  práctico, a una persona que está perdida, si le aconsejamos tomar una vía que desconocemos, lo que haremos será que se extravíe aún más.
Una de las ramas más importantes que tiene el servicio hacia los demás es la llamada consejería pastoral. Y es una tarea muy noble y agradable, cuando no se desvía en mayordomía sobre las personas, cuando no se tuerce en querer poseer autoridad sobre las personas que solicitan un consejo. Pero es en esta tarea de consejería donde muchos errores se cometen. Precisamente por falta de conocimiento de Toráh en aquellos que pretenden aconsejar. Pues en lugar de transmitir enseñanza a partir de las escrituras, aconsejan a partir de “lo que les parece correcto”, pero todo lo que de nuestra boca emane debe tener perfume de Toráh. Los sabios de Israel decían que recién a los cincuenta años el hombre se encuentra capacitado para aconsejar. Luego de más de 40 años de caminar en la Toráh y servir al Altísimo.
La porción “Cuando llegues” tiene grandes revelaciones, sencillas, pero inmensas, constituyendo su aprendizaje una de las herramientas básicas para el buen vivir. Y una guía tremenda para estar en Paz y armonía con Nuestro Creador. Meditemos sobre cada una de estas maldiciones, poniendo en nuestra mente el entender que no sólo el sentido literal es el que debemos observar sino aquello que ocurre “en secreto” en nosotros mismos. Y de lo cual sólo Nuestro Padre celestial se entera.
*RICARDO*
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