¿Qué día acabó Elohim todo la Creación?
Cualquier lector en principio diría que toda labor de Elohim, toda la Creación fue terminada el sexto día. Lo cual por cierto es correcto. Pero entonces por qué Génesis 2:2 dice:
“Y acabó Elohim en el día séptimo la obra que hizo…”
Reconozcamos que por lo menos resulta extraño, si tenemos en claro por el contenido detallado de todos los días de la creación, que todo lo creado fue hecho en seis días. Por qué entonces ese versículo dice lo que dice.
Permítasenos que hagamos ahora una pequeña comparación.
Imaginemos por un instante que tenemos la tarea de pintar las paredes de una habitación. Pensando en todos los eventos que implica esta tarea.
En primer lugar debemos calcular la cantidad de pintura y otros materiales que vamos a emplear. Luego prepararlos como es debido. Pinceles, batidor, diluyente si corresponde, fijador, lijas, etcétera.
Una vez que esto se ha hecho, deberemos empezar la tarea en sí misma, limpiaremos las paredes, las lijaremos, limpiaremos el residuo de la tarea de lijado. Luego se emparcharán los huecos que hayan aparecido, etcétera.
Finalmente se dará una primera capa de pintura y una segunda conforme lo planeado.
Juntaremos los utensilios empleados, limpiaremos el lugar y… listo.
Así es como normalmente se encara un trabajo. Imaginemos ahora que esa tarea nos llevó seis días. Comenzamos un domingo y el viernes por la tarde se terminó de limpiar y arreglar.
Por nuestra forma humana de pensar, creeríamos que el trabajo está terminado. Pero ¿Qué se nos enseña en esta porción de la Toráh?
Nos enseña que, conforme al modelo que Elohim nos dejó, aun el trabajo no está terminado.
¿Por qué?
Porque resta reposar. Porque resta el último acto contemplativo que da el marco necesario, el ajuste último para la tarea que se ha hecho.
Daremos un ejemplo industrial.
En una fábrica un Jefe tiene la oportunidad de dar tareas a distintos operarios. Generar trabajo a través de ellos. Producir creando nuevas cosas. Y como bien sabe cualquier persona que está o haya estado en la industria, cada proceso de fabricación tiene un tiempo en el cual realizarse.
O sea para hacer tal cosa, el operario emplea por ejemplo una hora y veinte minutos. Pero la enseñanza para ellos es esta: fabricar eso no te lleva una hora y veinte minutos, sino una hora y treinta minutos. Pues es bueno que se emplee sí una hora y veinte para hacerlo, pero también que al terminarlo se tome 10 minutos para ver lo que ha hecho. El trabajo que le costó, la actividad que llevó adelante. Que piense en lo que se hará con ese producto, en cómo servirá o se disfrutará, en lo bien que le salió, en lo “bueno” que es.
Este aspecto por demás importante es lo que se pierde en la sociedad actual, industrializada y despersonalizada. Donde el ser humano ha perdido el tiempo para poder detenerse a contemplar la obra de sus manos. Y por ende ha perdido la capacidad de poder disfrutar de lo que hace.
De esta forma las personas ya no disfrutan de nada. Ni siquiera del café que están compartiendo con un amigo, pues están pensando en lo que van a hacer al terminarlo. De esta forma, hacemos algo pensando en lo que vamos a seguir haciendo cuando lo terminemos, sin tener el tiempo mínimo necesario para contemplar lo que hemos hecho.
Y este es uno de los motivos por el cual el ser humano se ha visto alienado en la sociedad consumista. Ha perdido con ello la capacidad de disfrutar de lo que hace. Viviendo a un ritmo acelerado, sin la pausa necesaria para la contemplación.
A esto se refiere la continuación del versículo citado:
“… y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo.”
La obra no está terminada sino hasta que pudimos contemplarla y regocijarnos de que se ha hecho, hasta que pudimos Reposar del trabajo que hemos hecho.