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🔵 Piedras vivientes de la construcción

Toda persona que se allega al evangelio, conoce la sentencia que indica que Yeshúa es la roca angular desechada. Sin embargo, pocos tienen presente la situación de los creyentes, su lugar en el edificio.
El apóstol Pedro, desde una de sus cartas, nos guiará en la comprensión de este misterio. Para ello, es preciso que analicemos el texto de su primera carta.
 “1 Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, 2 “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación,…”
En primer lugar, lo que ha sido traducido como desear, o sea el griego  ἐπιποθέω (epipozéo), es una palabra fuerte que indica anhelar profundamente. Lo cual, es natural que se encuentre conectado a las frases niños recién nacidos y leche espiritual. Pues un niño que tiene poco tiempo en el mundo, tiene como tarea más importante, el desear recibir leche para poder sobrevivir.
Pero el contenido del segundo versículo encierra algo más. Pues alegóricamente, el apóstol nos reenvía a ciertas ideas que nos pueden ilustrar más lo que deseó transmitir. Pues en aquellos tiempos a un prosélito, esto es a alguien recién convertido, se lo comparaba con un recién nacido. Pedro entonces, les está diciendo a aquellos que están reconociendo a Yeshúa como su Mesías, que deben comportarse como lo haría un niño de pecho. Deben anhelar desde lo más profundo de sus corazones, la leche espiritual.
Asimismo, hay un detalle más, cómo debe ser esa leche.
Verán, en el versículo primero, Pedro escribió acerca de dejar todo engaño. La palabra empleada en ese texto es el griego δόλος (dólos), de la cual surge nuestra palabra castellana dolo. Esto significa engaño, fraude. Y por otro lado, en el versículo segundo, lo que es traducido como no adulterada es el griego ἄδολον (ádolon) que es la negación de la palabra dólos. El apóstol hace una contraposición entre los versículos primeros y el segundo. O sea la leche espiritual debe ser “sin dolos”, sin fraude, sin engaños, sin agregados de mentiras y leyes de hombres. Sin toda la perorata rabínica que fueron agregando durante siglos y llamaron en ocasiones la enseñanza de los ancianos.
Todavía hay más en este segundo versículo. Pues el final del mismo, es algo muy importante a tener en cuenta.
Muchos han recibido la idea de que la salvación, es algo que se consigue una vez en la vida y permanece inalterable a lo largo de nuestros días. Sin embargo, mal que le pese a alguno debo decir dos cosas. La primera es que la salvación puede perderse. La segunda es que la salvación tiene un desarrollo.
En cuanto al primer punto, si la salvación no se cuida se perderá. ¿O acaso alguien puede pensar que porque una persona hace una oración frente a la congregación ello lo acompañará por siempre? Si luego esa persona comete violaciones y vejámenes ¿Seguirá salvo?
En cuanto al segundo punto, el grado de requerimiento de compromiso también cambia. A una persona que tiene días de conocer al Mesías, se le pedirán menores exigencias que a alguien de años.
Para que se entienda esto último. Si alguien cuya diversión era concurrir a sitios nocturnos y tener placeres de mujeres fáciles, entrega su vida al Señor. Al principio bastará con que deje de asistir a esos lugares y abandone la promiscuidad. Luego se irá por el cumplimiento de las santas convocaciones, la observancia plena de los mandamientos y la vida consagrada ideal. El “apurarlo” no puede conducir a nada bueno.
Y esto no lo invento yo, sino que surge del final del versículo que estamos analizando. Pues dice, refiriéndose al efecto de la leche espiritual pura, “para que por ella crezcáis para salvación”. Aquí no harían falta traducciones especiales. Sin embargo, si alguien tiene dudas, el verbo empleado fue αὐξάνω (aucsáno) que significa “crecer, aumentar de tamaño”. El proceso por el cual una persona llega a ser como YHWH quiere no es inmediato. Se abre la puerta para que lo logre, puerta que no se cierra si ello no es provocado por las acciones y pensamientos del prosélito. Pero es todo parte de un proceso, de un caminar diario. Por ello Pablo en Filipenses 3:12 nos obsequia estas palabras,
“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Yeshúa.”
Pero la exposición de Pedro no culmina aquí. Pues la metáfora sobre los recién nacidos continúa. Versículo 3
“si es que habéis gustado la benignidad del Señor.”
Este gustar, saborear, claramente relacionado con el sabor del alimento. Es tomado por el apóstol del Salmo 34:8
“Gustad, y ved que es bueno YHWH; Dichoso el hombre que confía en él.”
Algo interesante ocurre cuando se analizan las escrituras, a partir de la llamada similitud de expresiones. Los textos del salmo 34 y el versículo 3 que ahora analizamos, son expresiones con similitudes. Lo interesante es que los textos se retroalimentan. Lo que dice uno trae luz sobre lo que dice el otro y viceversa. El final del versículo 8 del salmo 34, nos aporta una llave para poder crecer en la salvación: “dichoso el hombre que confía en Él”.
La garantía para el desarrollo del creyente, del crecimiento espiritual del mismo, se halla en la confianza puesta en Él.
¿Pero qué es esta confianza?
Bueno, aquí el original hebreo resulta muy práctico, pues se ha empleado el verbo לַחֲסוֹת refugiarse. Y si pensamos por un instante en la posición de un bebé, refugiado en el pecho de su madre al alimentarse, qué más podemos agregar a la protección y compasión que muestra el Creador para con sus hijos que se acercan a Él.
Daré ahora un pequeño salto en la continuidad de la carta de Pedro, yendo al versículo 9, el cual no tengo dudas muchos conocen de memoria.
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por YHWH, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;…”
Comienza el versículo estableciendo un nuevo parámetro para el ser humano. Seguramente quienes provienen del cristianismo, habrán escuchado muchas veces la frase donde se dice que “los judíos son el pueblo elegido”. Debo decir que esto es una verdad a medias y casi una mentira. Porque el Pueblo Escogido por YHWH es la Congregación de Israel. O sea, el conjunto de las 12 tribus más los extranjeros que se hayan alineado a la adoración del Elohim verdadero. De lo cual la Casa de Judá es una parte.
Lo importante, es que aquí el apóstol nos está diciendo que todo aquel que no desecha el llamado del Mesías, pasa a ser parte de ese Pueblo Escogido. De ese “guenos eklékton”, ese linaje escogido, esa raza diferenciada. A diferencia de todo aquel que no cree, que queda irremediablemente afuera.
Para el segundo contenido del versículo quiero que recordemos el siguiente texto de la Toráh, Éxodo 19: 5-6 “Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.”
Este nos habla de aquellos que constituyen el Real Sacerdocio. Atendiendo a las dos condiciones que conlleva: oír su voz y guardar su pacto.
Esta idea que tantas veces vemos en las Escrituras, donde los dos requisitos, Apocalipsis 14: 12
“Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de YHWH y la fe de Yeshúa.”
¿Por qué además el apóstol llama a los creyentes una nación santa?
Es evidente que todos llegamos al evangelio siendo parte de un grupo humano en particular. Especialmente el lugar donde nos ha tocado nacer o la etnia a la cual pertenecemos. Tailandeses, belgas, mexicanos, negros, caucásicos, etcétera. O incluso diferencias de sexo, hombres y mujeres por supuesto. Sin embargo, la pertenencia al Pueblo de YHWH borra cualquier diferencia que pudiese establecerse entre los seres humanos. Gálatas 3:28
“Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Yeshúa.”
Todos somos parte de una nación apartada especialmente para el Creador.
Y esta nación apartada ¿Ha llegado por su propia voluntad? Es decir ¿De un día para el otro un grupo de personas decidió que ahora eran los escogidos de YHWH?
No, por mucho que algunos pudieran desear creerse los “elegidos” de Elohim, ha sido Él quien ha comprado con el sacrificio de su sangre en la cruz a un Pueblo. Su especial tesoro, ese pueblo adquirido. Y por ello precisamente todo aquel que lo niegue, llámese ortodoxo, rabino, caraíta, católico, mormón, o lo que fuere, queda fuera de la ecuación divina. “vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos” que habíamos visto en Éxodo 19:5.
Sabemos asimismo que el versículo tiene este remate, “para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”
Los creyentes sabemos que las Escrituras han sido inspiradas y dictadas a las mentes y corazones, por el Espíritu Santo. Pues bien, la fuente que inspiró a Pedro y  la que inspiró a Isaías es la misma. Por ello es que, cuando el apóstol escribe este final del versículo 9, lo que talla en su mente es Isaías 43:20-21

“…he dado en el desierto, agua, y ríos en lo inacuoso, para abrevar todo mi linaje, el elegido; a mi pueblo que he adquirido para que mis virtudes narre.”

¿Qué muestra la luz admirable? ¿Por qué Rúaj HaKodesh, Espíritu Santo, se ha ocupado de incluir esto en el versículo?

Porque precisamente la pureza de la luz de YHWH, pone en evidencia al pecado. Antes nos encontrábamos sumidos en el pecado y precisamente por la oscuridad en la cual se caminaba, no se sabía que se encontraba en tinieblas.
Cuando una persona acostumbra sus ojos a la falta de luz sus pupilas se agrandan. Y paulatinamente se acostumbra a manejarse en la penumbra y en la misma oscuridad. Si se me permite haré una comparación con una práctica de supervivencia.
En el monte o la selva se hace una práctica muy interesante, el acostumbramiento de pupilas. Esto se hace cuando llega la noche. No se enciende ninguna fogata, ni se emplean linternas, ni luz de cualquier tipo. Al principio es difícil ver las propias manos, pero luego de unos minutos las pupilas se agrandan y se perciben todas las cosas. Aun cuando se encuentran en penumbras. Si alguien viviese todo el tiempo de esta forma, se acostumbraría a ver las cosas así. Sin embargo, cuando se encienden fuegos o luces, las cosas se perciben con otra claridad y al llegar el día, la luz del sol muestra todo tal cual es.
De igual manera, cuando nos encontrábamos en oscuridad, estábamos tan acostumbrados, que no nos dábamos cuenta de la carencia de luz. Pero cuando la luz de Yeshúa ilumina las mentes y los corazones, entonces las cosas se ven en su real dimensión. El pecado se manifiesta con claridad y ya no hay cosas ocultas.
Ya sabemos que Yeshúa es la roca desechada. Y siendo Él, el Sumo Sacerdote de todos los bienes terrenos y celestiales, su rechazo, es el rechazo del intercesor único ante el Padre.
Es similar a lo que Pedro había dicho frente al concilio, lo cual se ve en Hechos 4:11
“Este Yeshúa es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.”
Esto nos parece algo muy común, pero no es algo intrascendente, pensar que la casa de YHWH se edifica a partir de Yeshúa. Quien ha sido desechado por todas las autoridades religiosas de Israel. Se construye a partir de Él. No a partir de Moisés ni a partir de las enseñanzas de los rabinos ni a partir de la enseñanza de algún sabio en particular. Es a partir de Yeshúa y de Yeshúa resucitado que todo el edificio religioso se levanta.
Por esto es que, para nosotros, cualquier Templo levantado por los hombres no tiene valor. Y su trascendencia solamente puede estar en que se dé cumplimiento a eventos proféticos.
Pero ¿Cuál es nuestro rol?
1ra de Pedro 2: 5 “vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a YHWH por medio de Yeshúa.”
Ahora a la idea de Yeshúa como la Roca, los creyentes también son presentados como piedras sobre las cuales se edifica.
Y esta es la noción más maravillosa con la que se encuentra un creyente en su servicio. Toda la estructura, todo el andamiaje de la construcción de la Congregación de Israel. Toda la Casa espiritual que contiene la mismísima presencia del Altísimo, ahora no está en las piedras que los hombres levanten. Aun cuando estas se encuentren en el Monte Sión. La verdadera Casa, el verdadero Templo, no es el tercero o el cuarto o el décimo que los hombres puedan levantar. El verdadero Templo tiene a Yeshúa como su piedra angular y a los creyentes como piedras vivas sobre las que se edifica.
Y ese es nuestro destino.
Ricardo.

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