Volviendo a leer
Sin dudas, el título de este escrito debe sorprender a más de uno. Pero a menudo, aquellos que ingresan en la búsqueda de las raíces de la Fe, caen en un olvido involuntario. Esto es, dejan de leer el Nuevo Testamento. Como si las palabras contenidas en los 27 libros del mismo perdiesen su poder o valor. Peor aún, muchos prefieren leer los comentarios de algún rabino que niega al Salvador, antes que leer las cartas y escritos que dejaron los apóstoles.
Es en esta perspectiva, la de recobrar la lectura meditada que ha sido puesta en nuestras manos por los seguidores del Mesías, que hoy deseo iniciar una serie de escritos con esta tarea en mente.
Vamos a empezar por cierta carta que por conocida, no deja de ser impresionante cuando se la estudia y medita. Me refiero a la llamada primera carta de Juan.
No voy a escribir acerca de lo que puede leerse en internet. Lo que otros ya escribieron está ahí, a disposición de cualquiera. Me refiero a la autoría de la misma, al tiempo en el cual salió a la luz, etcétera. Apuntemos a lo que el Espíritu Santo, Ruaj HaKodesh, nos muestra en este tiempo.
Comencemos por este pasaje, 1ra de Juan 1:5
“Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: YHWH ES LUZ, y no hay ningunas tinieblas en él.”
La profundidad teológica que contienen estas sencillas palabras es suficiente para agradecer el poder contar con ella. Una de las cosas que podemos ver es que tira al piso todas las concepciones paganas de la Deidad. Pues por ejemplo en las religiones asiáticas, la idea del ser superior es una mezcla de pureza y virtud con tinieblas, caos y maldad. Un ejemplo de esto es el símbolo taoísta tan conocido que contiene dos partes, blanca y negra con un círculo negro y blanco respectivamente. Esto conduce a pensar que dentro de la luz también hay tinieblas y viceversa. Sin embargo nuestras sagradas escrituras son muy claras al explicar que dentro de la pureza del Creador no existen las tinieblas. Con lo cual ese símbolo y los elementos religiosos que promueven sus adeptos, debe ser desechado como pura enseñanza diabólica.
Por otro lado, también la carta de Juan nos está hablando de la propia naturaleza de YHWH. La cual no se encuentra corrompida de ninguna forma.
¿Y por qué es importante entender que YHWH es Luz?
Porque la Luz sirve para alumbrar las cosas y mostrarlas tal cual son. Esto lo enseña Lucas en 11:36
“Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.”
Las personas que dicen encontrarse en el camino de seguir al Mesías, deben desechar de su interior todo tipo de tinieblas. Pues es la luz la que debe salírseles de los poros en lugar del olor putrefacto del pecado.
Alguien podrá cuestionar quizás que no tiene la suficiente pureza mental o espiritual para irradiar la luz divina. Sin embargo lo único que YHWH mismo le pide al hombre, es que sepa rendir su voluntad a la Voluntad superior de su Señor. Y mediante este voluntario sometimiento, permitir que sea el Mesías mismo quien haga la obra purificadora.
Obsérvese que el evangelio de Juan se coloca en la misma idea al decirnos, 1:9
“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
Sabemos bien que esta luz verdadera de la cual nos habla el evangelista es el mismo Yeshúa, La Palabra hecha carne. La cual alumbra a todo hombre exponiendo la verdadera esencia y conduciéndolo a la continua perfección, en la medida repito que sepa doblegar su voluntad.
Por supuesto que la cuestión no se agota aquí.
Otra de las cosas que estoy viendo en algunas personas que actualmente ingresan en las raíces de la Fe, es el afán por la polémica y la destrucción de aquel que tiene una opinión diferente.
Debo decir que al menos dos décadas atrás esto no ocurría. Cuando teníamos alguna diferencia lo arreglábamos con la sencilla frase “cuando venga el Mesías, Él arreglará todas las cosas”. Pero por desgracia hoy existen demasiados improvisados en internet inyectando odio en lugar del amor de Yeshúa.
Por ello considero conveniente recordar algo más que nos dictan estos primeros versículos de primera de Juan, 1:7
“si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Yeshúa su Hijo nos limpia de todo pecado.”
Queridos amigos, la verdadera profundidad escritural no se encuentra en las oscuridades de la cabalá o el desentrañar misterios ancestrales. La real dimensión de la profundidad del evangelio se encuentra en las vidas transformadas en el Amor del Santo de Israel, aquel que entregó su vida por toda la Humanidad. Teniendo siempre presente que, según 1ra de Juan 2:10
“El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.”
Ricardo.
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