Parte 1 #
Mateo 27:38 “tunc crucifixi sunt cum eo duo latrones unus a dextris et unus a sinistris.”
Seguramente el lector se habrá sorprendido al ver esta cita en un idioma que el cristianismo ha dejado de usar hace muchos años. Por supuesto que me refiero al latín. El idioma que hablaban y escribían los conquistadores de Judá. El idioma que luego empleó el catolicismo para difundir sus doctrinas. La cita del evangelio de Mateo corresponde a la versión en latín llamada Vulgata. Esta versión fue encargada por el Papa Damaso tiempo antes de su muerte y editada finalmente en el año 382 e.c.
Esta versión de la Biblia escrita en el idioma del conquistador, en el idioma de los romanos, es adecuada para el texto que queremos analizar. ¿Por qué?
Porque aun cuando se trata de la descripción de un evento conocido por todos los cristianos, la mayoría se olvida que lo que estamos presenciando es un ejemplo de la justicia romana y como tal de la justicia del mundo. La cual en muchas ocasiones es contraria a las leyes y la justicia divina. Justicia que se encuentra explicada en la preciosa Instrucción (Toráh).
Antes de tratar ese tema es necesario que revisemos cierto concepto muy divulgado y pernicioso. Nos referimos a la idea de que sea cual fuere la actitud de maldad que una persona ha tenido a lo largo de su vida, si en los últimos segundos de vida “se arrepiente” y hace una oración recibirá la salvación. Por supuesto que ello depende de la voluntad del Creador y cualquier intento de limitarle sólo constituye un error producto de la soberbia humana.
¿Pero qué podemos aprender de la propia Instrucción?
En la porción de las Escrituras llamada “Ve” hemos analizado que el faraón tuvo al menos 5 oportunidades de rever su actuación de maldad. Pues según vimos, recién luego de la señal 5, Éxodo 9:12 ocurre que:
“… YHWH endureció el corazón de Faraón, y no los oyó, como YHWH lo había dicho a Moisés.”
Este versículo es muy importante porque en el último siglo ha recorrido los púlpitos cristianos una doctrina que siento se encuentra llena del veneno más hediondo de las tinieblas. Y es la idea de que cualquier malvado, no importa lo que hubiese hecho tiene la salvación garantizada con tal de que realice una oración que lo salvaría de todo castigo futuro.
Sin embargo las Escrituras nos muestran que el malvado sí tiene oportunidades de recurrir al perdón de los pecados. Pero que ello también tiene un límite en la voluntad del Creador. Pues aun cuando quiere que “…todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.” (1ra Timoteo 2:4). Da un tiempo, y como todo tiempo se termina. Pues nadie se muere el día antes.
Pensemos por un instante en otro malvado, Herodes llamado el grande. El mismo que mató a su padre y abuelo. Mató a su segunda mujer, Mariamne, siguió con el cuñado, Aristóbulo El Joven; mató a dos de sus hijos, Alejandro y Aristóbulo, delatados por el primogénito Antípatro, hijo de la primera esposa Doris, hijo a quién también mandó matar. Y por supuesto produjo la matanza de los inocentes en Belem tratando de matar a Yeshúa. ¿Cuál fue el destino de esa bestia? Según el historiador judío Flavio Josefo “en los pies estaba afectado por una inflamación con un humor transparente y sufría un mal análogo en el abdomen; además una gangrena en las partes genitales que engendraba gusanos”. Ese es el premio que YHWH le envió por su maldad.
Entonces se dirá: “Ah hermano, pero si hubiese conocido a Yeshúa y en el último momento de su vida lo hubiera aceptado como Señor y Salvador, sería salvo”. ¿Qué? ¿Qué tontería es esta?
O sea que si Hitler, luego de generar la muerte de 20 millones de rusos, de 6 millones de judíos, de crear con sus asesores las cámaras de gas y permitir la experimentación en niños judíos como si se tratase de bestias. Luego de enterrar vivos a los gitanos y hacer que sus oficiales se diviertan violando y saqueando. Si luego de todo eso, en el último momento de su vida “hubiese aceptado a Yeshúa como Salvador” hoy estaría gozando del paraíso. ¿Qué? ¿Quién puede sostener semejante tontería?
El trono de YHWH no se asienta en la maldad. Salmo 89:14
“Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; Misericordia y verdad van delante de tu rostro.”
No debe confundirse por favor “misericordia” con connivencia, con complicidad con el pecado.
Entonces, si es tan claro a la conciencia, si nuestro Ser se revuelve al pensar que un malvado como los nombrados puede ser recompensado con la preciosa vida eterna. ¿De dónde surge esta confusión?
Varios son los puntos que deben atenderse, pero en este caso veremos dos cuestiones. La primera tiene que ver con cierta confusión traída al cristianismo por el pensamiento griego. La segunda está en errar en la interpretación de lo que ocurrió con el ladrón crucificado junto con el Mashíaj y su perdón.
No voy a exponer aquí la doctrina de Agustín de Hipona ni la de los llamados padres de la iglesia acerca de la inmortalidad del alma. Pero sí definiré esta cuestión. Si pensamos que el alma es inmortal es claro que en algún momento de esa inmortalidad pueden estar las llaves para que, luego de un período de castigo necesario por las iniquidades cometidas en vida, esa alma finalmente pueda ser perdonada.
Pero qué nos dicen las Escrituras acerca de ello, en un capítulo que recomiendo leer en su plenitud, Ezequiel nos escribe, 18: 4
“He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá.”
Y no hay vueltas, el alma también puede morir.
En cuanto a la segunda cuestión, la del ladrón ajusticiado junto a Yeshúa requiere una explicación un poco más larga. La veremos en el estudio siguiente.
Parte 2 #
Mateo 27:38 “tunc crucifixi sunt cum eo duo latrones unus a dextris et unus a sinistris.”
Comenzamos la reflexión anterior con la cita de Mateo en latín, pues es la idea transmitir al lector la necesidad de ubicarse en un determinado contexto. Veamos el texto de Mateo en castellano:
“Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda.”
Asimismo en la reflexión anterior dejamos en claro que el trono de YHWH no se asienta en la complacencia del pecado, de la transgresión a la Toráh, sino que se asienta en justicia.
Ahora queremos traer la cita de lo que ocurre con los ladrones, Lucas 23: 39 al 42
“Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a YHWH, estando en la misma condenación?
Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.
Y dijo a Yeshúa: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.”
Por supuesto que el lector conoce estos textos, los ha leído, los ha visto representados en cuadros, en obras de teatro, en películas de cine, hasta se ha hablado del “ladrón bueno”.
Y además este texto es el que ha sido usado para sostener la idea del arrepentimiento del último momento. Nada más alejado de la realidad, pues sólo el desconocimiento de la Instrucción de YHWH (la Toráh) y de los hechos históricos puede hacer creer que de ese evento se puede sostener el “perdón de último momento”.
Pues veremos en esta reflexión que detrás de lo narrado una gran injusticia estaba siendo cometida, la cual Yeshúa venía a reparar.
Empecemos por el principio.
Toda sociedad a lo largo de la historia ha creado distintas formas de asegurar la llamada paz social. Creando leyes y su correspondiente castigo frente al quebrantamiento. Pero asimismo toda sociedad ha tenido libertad para componer y crear esos castigos.
Así por ejemplo los estados musulmanes se rigen por la llamada Ley Sharia, la cual indica que cuando se comete una de las llamadas ofensas hadd, estas generan castigos especiales. Al robo se lo castiga con la amputación de una mano.
Otro ejemplo lo da la Ley 6 del Código de Hammurabi, usado en el imperio babilónico preceptuaba que:
“Si uno robó el tesoro del dios o del palacio, recibirá la muerte y el que hubiere recibido de su mano el objeto robado, recibirá la muerte.”
De igual forma el Derecho penal Romano estipulaba, según sabemos por el jurisconsulto Paulo (no confundir con Pablo-Saulo de Tarso) varias penas de acuerdo a la gravedad del delito. Teniendo asimismo penas distintas según se tratase de ciudadanos romanos o extranjeros. Una de las penas más graves era la crucifixión, la cual se aplicaba a aquellos que cometían incendio en la ciudad, con ocasión de motín o tumulto; robo de templos con armas y de noche; pasarse al enemigo, uso de filtro amoroso con resultado mortal, magia de la peor especie; parricidio. Por supuesto, a la crucifixión los romanos no la aplicaban a sus ciudadanos sino a extranjeros.
Cuando Roma invade las distintas regiones aplica su derecho penal a todos los vencidos.
¿Qué ocurría en tiempos de Yeshúa?
Es interesante aquí leer lo que el propio judaísmo nos refiere. Cuando los romanos conquistaron la zona, gran cantidad de autoridades judías colaboraron con ellos. Un ejemplo es Rabí Elazar ben Rabí Shimón. Se cuenta que este Sr. Tuvo tal colaboración con los romanos que recibió por parte de algunos de sus paisanos el apodo de “¡Vinagre, hijo del vino!”. Esto significa que habiendo sido hijo de un hombre justo, él en cambio se transformó en un ser despreciable servil del invasor. ¿Por qué le dijeron esto?
El trabajo de este hombre fue ser detective de investigaciones delictivas para los romanos. En esa función encontró muchos delincuentes, romanos y judíos. Los cuales entregaba a las autoridades romanas para que estas obraran su justicia.
¿Qué hay de malo en ello?
Que como hemos visto la ley penal romana indicaba para el que no era ciudadano romano, la pena de muerte en el caso del robo. Entonces este señor entregó a muchos de sus paisanos a una muerte segura a manos romanas.
Se me podría decir ahora ¿Pero acaso no era la ley y debía respetarse?
Aquí viene la gran diferencia. El mundo, sus naciones, sus pueblos tienen muchas leyes, muchas instrucciones de cómo debe regirse la sociedad. Pero sólo el Pueblo de Israel tiene la Instrucción verdadera. La Toráh revelada en Sinaí.
Veamos entonces qué nos dice la Toráh acerca del robo.
Éxodo 22:3 “El ladrón hará completa restitución; si no tuviere con qué, será vendido por su hurto.”
Éxodo 22:7 “Cuando alguno diere a su prójimo plata o alhajas a guardar, y fuere hurtado de la casa de aquel hombre, si el ladrón fuere hallado, pagará el doble.”
¿Cuál es el castigo que determina la Instrucción (Toráh)? La recomposición económica de lo robado, completa restitución, entendiendo con ello lo que se ha dejado de ganar. Es a eso a lo que se refiere Zaqueo al arrepentirse de sus transgresiones.
Entonces, para que no haya dudas. Al lado del Mashíaj, al lado de Yeshúa estaba siendo ejecutado un hombre que no debía morir. Pues su delito no correspondía según la Toráh a la pena de muerte. El invasor romano con sus leyes del mundo, imponía una pena injusta.
Esta injusticia que no era enfrentada por el sacerdocio corrupto protegido por Herodes y frente al cual hombres como Zacarías y Juan el bautista sí se habían enfrentado, imperaba en una Judea en la cual las leyes del reino habían sido dejadas de lado.
Esta injusticia es la que repara Yeshúa al compadecerse del ladrón, merced a ver su corazón arrepentido. Cuando llegue el día del juicio, seguramente aquel hombre encontrará en los brazos protectores de Yeshúa quien lo cobije y su alma no perderá.
Parte 3 #
En esta porción de la Instrucción tenemos ya a nuestro pueblo Israel, saliendo de Egipto y siendo conducido por YHWH hacia su patria prometida.
Lo primero que se nos dice es que el pueblo no fue conducido hacia la tierra de los filisteos.
Si se observa el mapa, se ve que ese era el camino más corto. Surge entonces la pregunta de por qué no los condujo por esa senda. La explicación está en el mismo versículo 17:
“… Para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra, y se vuelva a Egipto….”
Podemos entonces reformular la pregunta y decir ¿A qué guerra se refiere la Toráh?
El propio Tanaj (lo que el cristianismo llama Antiguo Testamento) nos da la referencia en el libro de 1ra de Crónicas 7: 20 al 22:
“Los hijos de Efraín: Sutela, Bered su hijo, Tahat su hijo, Elada su hijo, Tahat su hijo, Zabad su hijo, Sutela su hijo, Ezer y Elad. Mas los hijos de Gat, naturales de aquella tierra, los mataron, porque vinieron a tomarles sus ganados.
Y Efraín su padre hizo duelo por muchos días, y vinieron sus hermanos a consolarlo.”
Según puede verse parte de la tribu de Efraím avanzó sobre aquella tierra con anterioridad y fueron derrotados. El resultado de aquella batalla perdida, con sus cuerpos muertos y desechos de guerra quedaron esparcidos en el camino que conducía a la tierra prometida. Por lo cual el espectáculo pudo haber sido desmoralizante para el pueblo recién liberado.
Por otro lado el Pueblo de Israel no tenía derecho a hacer la guerra a los filisteos, que eran el pueblo que habitaba aquel margen del Mediterráneo. ¿Por qué? Porque nuestro padre Abraham había hecho pacto con el rey Avimelej, Génesis 21:23-24:
“Ahora, pues, júrame aquí por YHWH, que no faltarás a mí, ni a mi hijo ni a mi nieto, sino que conforme a la bondad que yo hice contigo, harás tú conmigo, y con la tierra en donde has morado. Y respondió Abraham: Yo juraré.”
Teniendo presente las motivaciones que dieron lugar a que el pueblo fuese por un camino más largo veamos en un mapa cómo fue el trayecto.
Esto resulta interesante pues en la actualidad, miles de años después, la ruta que se puede tomar es la misma. En una carretera que sale de Egipto se puede llegar hasta el antiguo Mar de las cañas.
Creo que todos conocemos la historia de cómo el Pueblo llegó hasta un “encierro”, rodeado de montañas, con el mar por delante y los carros del faraón por detrás. Sin lugar para escapar y cómo YHWH abrió el mar para que el Pueblo pasase.
(ver imagen 1)
Como sabemos todo esto, así como que los egipcios fueron ahogados cuando se cerraron las paredes de agua. Busquemos detalles que no conocíamos.
En primer lugar quiero hacer una observación, para ello tomaré un versículo del cántico de Moisés y María. Éxodo 15:4
“Echó en el mar los carros de Faraón y su ejército; Y sus capitanes escogidos fueron hundidos en el Mar Rojo.”
Aquí tenemos un error que, si bien no es determinante para la lectura o el aprendizaje de Toráh, es necesario corregir. Y es el hecho de que el nombre de ese mar está equivocado.
Quien ve los mapas me diré ¿Pero cómo equivocado, si puedo ver el mapa y este dice que cruzaron el golfo de Aqaba y éste es parte del mar Rojo?
Lo que ocurre es que según está escrito en el original hebreo de la Instrucción no se llama así a este mar, sino Mar de las Cañas (סוּף Strong 5488, Suf). Según establecen investigadores, el error provendría de muy antigua data y se habría cometido al escribir “Red Sea” (o sea mar Rojo) en lugar de “Reed Sea” (o sea Mar de Cañas en inglés) en antiguos mapas con origen en ese idioma. Puede que la explicación sea otra pero omitimos escribirla porque no hace a la cuestión.
Ahora quiero que el lector pueda ver una imagen del fondo marino en el golfo de Aqaba. Este exacto lugar es el que tiene Pi-hahirot donde el faraón creyó que el Pueblo israelita había quedado encerrado, enfrente el llamado Mar Rojo y delante, del otro lado del mar (a 18 km) Baal-zefón.
(ver imagen 2)
Entre ambos puntos existe, debajo del mar, un puente natural de no más de 60 metros de profundidad y a cada uno de sus costados un abismo de cientos de metros. Por supuesto que esto en tiempos bíblicos no era conocido. Pero sí era sabido por YHWH quien desde antes de la existencia del hombre ya había preparado el lugar para que su Pueblo cruzase.
Aquí presento una foto actual del lugar donde fue conducido el pueblo hasta el mar y una imagen de la playa. En la próxima reflexión veremos las implicancias espirituales de estos hechos.
Parte 4 #
En la reflexión anterior vimos el escenario físico y natural donde se produjo la partición del Mar de las Cañas, el acto de atravesarlo de los israelitas y el ahogamiento de los egipcios.
Ahora es preciso que indaguemos en aspectos que se escapan normalmente a la reflexión.
En primer lugar ¿Entendemos lo que espiritualmente ocurrió cuando los israelitas atravesaron el lecho marino? Veamos 1 Corintios 10:1-2:
“Porque no quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube y todos pasaron por el mar; y en Moshé todos fueron sumergidos en la nube y en el mar;…”
El rabino Shaúl nos indica que nuestros antepasados israelitas fueron “sumergidos” en la nube y en el mar. Aunque parezca una verdad innecesaria de aclarar, no olvidemos que la nube es agua en estado gaseoso.
¿Qué palabra se ha empleado aquí en el griego y que ha sido traducida como “sumergidos”?
La palabra empleada es ἐβαπτίσαντο (ebaptisanto) la cual surge de baptizó (Strong 907 βαπτίζω), que enseguida relacionamos con bautismo.
La mayoría conocen el rito llamado bautismo por inmersión, practicado por la mayoría de las iglesias protestantes y algunos grupos del catolicismo romano. Asimismo, como hemos escrito en otras ocasiones, cuando se habla de Juan el bautista, nos estamos refiriendo a Juan el sumergidor. En hebreo Yohanan HaMatbil.
¿Y qué es esto de sumergir?
Esta acción física corresponde al rito israelita prescrito en la Instrucción (Toráh) de inmersión en la mikvé. La mikvé es una acumulación de aguas corrientes. Representada físicamente con una pileta en la cual las personas se sumergen como parte de la purificación necesaria, con una escalera de acceso donde la persona va descendiendo, cruza el agua sumergiendo todo su cuerpo y luego sale por el otro lado ascendiendo una escalera, habiendo cumplido con el rito de purificación. Por supuesto que esto no es fundamental, ya que el rito puede cumplirse donde existan aguas corrientes con el espacio suficiente para que la persona se sumerja. Lo cual hacía Juan el Sumergidor en las aguas del Jordán.
Podemos ver entonces que el rabino Shaúl nos está diciendo que el Pueblo de Israel cumplió con este rito llamado Tevilá al ser sumergido en la nube y quedar con las paredes de aguas a ambos lados mientras cruzaban el Mar.
¿Por qué era necesario que el Pueblo de Israel salido de Egipto fuera “bautizado” cruzando el mar?
Porque en el rito de tevilá además de la necesaria purificación por el paso del agua corriente, también se encuentra simbolizada en este caso la muerte. La muerte de la persona a una antigua forma de vivir, a una serie de costumbres y sobre todo a un sometimiento a un poder del mundo simbolizado en el faraón.
Pero no sólo eso, sino que es importante entender quien se encontraba a la cabeza del Pueblo de Israel, pues a la vez que se muere a un poder al cual antes se estaba sujeto, asimismo se vuelve a la vida sometiéndose al nuevo poder, en este caso de YHWH. Veamos Éxodo 14:19:
“Y el ángel de YHWH que iba delante del campamento de Israel, se apartó e iba en pos de ellos;…”
Este, llamado “ángel de YHWH” es el mismo que habló a Agar cuando dio vida a su hijo Ismael, es el mismo que se presentó a Abraham cuando iba a ejecutar el sacrificio de su hijo Isaac y por supuesto es el mismo del cual nos habló Jacov. Es la Memra de YHWH, La Palabra de YHWH conduciendo a su Pueblo. La misma Palabra que se escribió en griego como Logos en el principio del evangelio de Juan y que fue traducido como el Verbo.
Es por esto mismo, porque Memra, la Palabra conducía al Pueblo a la victoria, es que Moisés dice, en Éxodo 14: 13:
“…Y Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que YHWH hará hoy con vosotros…”
Esta frase “ved la salvación…” es la traducción de la frase en hebreo:
יְהוָ֔ה יְשׁוּעַ֣ת אֶת־ וּרְאוּ֙ (ureu et Yeshuat YHWH), en una transliteración muy pobre debo reconocer, pero que la hice con el propósito de que el lector reconozca la palabra Yeshúa. ¿Por qué? Porque significa “salvación” y precisamente Yeshúa es el nombre usado para nuestro salvador y que se tradujo al griego como Iesus y al castellano como Jesús.
Yeshúa es una forma tardía del nombre Yehoshúa (Josué) y Yeshúa es una contracción de este último nombre (como si a Roberto le dijésemos Rober). O sea, cuando hablamos de Yeshúa, Yehoshúa, estamos hablando de lo mismo.
Y en el caso que nos importa la “salvación” (Yeshúa) del Pueblo de Israel, vino de la mano del “Ángel de YHWH” quien caminaba delante del Pueblo.
Pues es Él precisamente el único que puede conducir por la senda correcta a sus escogidos.
¿Es posible que otro líder pueda conducir al Pueblo hacia la nueva vida en la tierra prometida?
La propia Instrucción nos cuenta que ello no es posible, que ningún líder del mundo por más poderoso que se presente, puede conducir al hombre a su salvación, y a una nueva vida. Ningún líder del mundo puede hacer que el hombre se arrepienta, muera a su antigua vida y renazca a una nueva.
¿Cómo puedo afirmar eso?
Porque el líder más importante del mundo lo intentó y fracasó, Éxodo 14: 23 al 28:
“Y siguiéndolos los egipcios, entraron tras ellos hasta la mitad del mar, toda la caballería de Faraón, sus carros y su gente de a caballo.
Aconteció a la vigilia de la mañana, que YHWH miró el campamento de los egipcios desde la columna de fuego y nube, y trastornó el campamento de los egipcios,
y quitó las ruedas de sus carros, y los trastornó gravemente. Entonces los egipcios dijeron: Huyamos de delante de Israel, porque YHWH pelea por ellos contra los egipcios.
Y YHWH dijo a Moisés: Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas vuelvan sobre los egipcios, sobre sus carros, y sobre su caballería.
Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y cuando amanecía, el mar se volvió en toda su fuerza, y los egipcios al huir se encontraban con el mar; y YHWH derribó a los egipcios en medio del mar.
Y volvieron las aguas, y cubrieron los carros y la caballería, y todo el ejército de Faraón que había entrado tras ellos en el mar; no quedó de ellos ni uno.”
Cuando el mundo, con sus líderes religiosos y aquellos que los siguen tras sus falsas doctrinas, pretenden seguir el camino trazado por Salvación, el único resultado que obtienen es la muerte.
Parte 5 #
En la reflexión anterior hemos visto el trasfondo espiritual de la inmersión del Pueblo de Israel y cómo de esa forma quedó consagrado a su nuevo Amo y Señor, YHWH.
Es necesario que veamos este hecho de redención en su proyección para los tiempos del fin.
Pues como hemos visto el faraón representa al que actualmente se encuentra gobernando las vidas de muchos en el mundo. Aquel que en estos tiempos está usurpando un poder que pronto terminará. Me refiero por supuesto al adversario, a hasatan.
En el final de los tiempos también el poder demoníaco que hoy gobierna a muchos en el mundo, se verá confundido y derrotado por las huestes del Elohim Vivo.
¿Cómo es que relacionamos estos eventos?
Pues lo hace por nosotros el escritor del libro de Revelaciones o Apocalipsis. Veamos el capítulo 15: 2al 4:
“Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de YHWH.
Y cantan el cántico de Moisés siervo de YHWH, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor YHWH Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? pues sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado.”
Como vemos el Cántico de Moisés será entonado nuevamente por todos aquellos que han vencido el poder de la bestia, el anticristo y el falso profeta.
Recomiendo la lectura del cántico de Moisés por ser este un canto de victoria del final de los tiempos.
Más luego de esta gran victoria de YHWH y su Pueblo Escogido ocurre un evento que es necesario observar con atención. Éxodo 15:22:
“E hizo Moisés que partiese Israel del Mar Rojo, y salieron al desierto de Shur; y anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua.”
Siempre establecemos que ningún versículo de la Toráh se encuentra puesto al azar o sin motivo.
Es claro que en la indicación de que el Pueblo estuvo 3 días sin agua, tenemos una referencia al tiempo en que el mundo estuvo sin el Agua de Vida del Mashíaj antes de su Resurrección. O sea los 3 días desde su muerte en la estaca de ejecución y su resurrección.
Continuando con el viaje del Pueblo ahora libre, leemos que en Éxodo 15:23-25.
“… llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara, porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara.
Entonces el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? Y Moisés clamó a YHWH, y YHWH le mostró un árbol; y lo echó en las aguas, y las aguas se endulzaron. Allí les dio estatutos y ordenanzas, y allí los probó;…”
Aquí deseamos detenernos, pues es necesario que relacionemos este pasaje con el encuentro con la mujer samaritana, veamos Juan 4:14:
“…mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna…”
He escogido estos pasajes pues no debemos perder esta perspectiva.
Cuando el Pueblo de Israel consigue a través de la mano poderosa de YHWH su libertad, de inmediato surge la sed. La necesidad imperiosa de saciar esa sequedad interior.
¿Puede cualquier agua saciar la sed de nuestro ser cuando hemos obtenido la verdadera libertad? ¿Podemos llenar nuestro ser con la sabiduría del mundo, las religiones, la ciencia, o cualquier porquería que se nos quiera dar a beber?
Por supuesto que no. Es por ello que la única forma de tener agua pura, verdadera, que no envenene el alma, como las aguas amargas de Mara, es a través de ese árbol único. Ese árbol que puede dulcificar sobremanera todo nuestro ser. De inmediato en el pasaje citado de Éxodo se nos dice que les dio “estatutos y ordenanzas” Ese árbol que es la Toráh, según Proverbios 3:18:
“Ella es árbol de vida a los que de ella echan mano,…”
Siendo asimismo Yeshúa la Toráh viva de la cual recibimos nuestra agua espiritual.
Ricardo.
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