Porción Nitsavim
Deuteronomio 29:9 al 30:20
De la lectura de los primeros versículos ya se nos da la clave acerca de que aquí tenemos una renovación del Pacto de YHWH con su Pueblo y los conversos que se unieron al mismo desde la salida de Egipto.
Algo muy interesante de observar por cierto es el alcance que ese Pacto tiene. Pues en un análisis ligero podríamos pensar que el Pacto, o sea que el Pueblo de Israel se identifique como su Pueblo y que a su vez YHWH se comprometa a su cuidado, su protección, su prosperidad, fue realizado en exclusividad por los presentes en aquella ocasión.
Sin embargo las Escrituras muestran un aspecto fundamental a la hora de entender derechos y obligaciones de los creyentes. Veamos los versículos de Deut. 29: 14 -15
“Y no con vosotros solos acuerdo yo este pacto y este juramento, Sino con los que están aquí presentes hoy con nosotros delante de YHWH nuestro Elohim, y con los que no están aquí hoy con nosotros.”
Si vemos el versículo 15 citado, se nos aclara que el Pacto ha sido establecido también con aquellos que “no están aquí hoy con nosotros”.
En su inmensa bondad YHWH tuvo a bien considerar incluir a todos aquellos que aún no caminaban por el mundo. A Ud. Y a mí. A los que todavía no habían nacido, para que tengamos la posibilidad cierta de ingresar en él a través de la sobrenatural misericordia que supera las barreras temporales.
Es que nosotros como seres atados a un cuerpo mortal, tenemos en nuestra vida las barreras que impone la existencia del tiempo. Ese paso inexorable de minutos, horas, días que con continuidad nos acercan hasta nuestra morada final.
Pero sin embargo, YHWH no se encuentra en la misma perspectiva temporal. Pues para Él, pasado-presente-futuro, son sólo entramados en el mismo tejido.
Quizás esto pueda resultar un poco difícil de entender, pero el tiempo que tiene un inicio y un final existe para nosotros. El tiempo, conforme a los grandes descubrimientos científicos, es una variable, algo que se encuentra sujeto también al sometimiento de fuerzas de la Creación. El tiempo, aun cuando pudiera sorprendernos, empezó en un momento determinado. Cuando YHWH comenzó la Creación, cuando el espacio empezó a existir también empezó a existir el tiempo y antes de ello no existía. Espacio y tiempo son entidades que se encuentran relacionadas.
¿Por qué esta cuestión que parece salir de libros de ciencia es importante para nosotros? Porque debemos tener presente que para YHWH no hay tiempo. Por lo cual su visión no tiene nuestros límites. Por ese mismo motivo es que el sacrificio de Yeshúa en el Calvario también es válido para las generaciones futuras y no sólo para los que lo presenciaron. Si el sacrificio de Yeshúa se encontrase atado a los límites temporales, no nos alcanzaría. En cambio el sacrificio en la cruz está disponible para cualquiera que lo desee tomar.
Y este no es un ejemplo antojadizo que utilizamos para reafirmar esta observación. Sino que el hecho de la similitud de textos lo hace evidente. Veamos la siguiente comparación:
“Y no con vosotros solos acuerdo yo este pacto y este juramento, Sino con los que están aquí presentes hoy con nosotros delante de YHWH nuestro Elohim, y con los que no están aquí hoy con nosotros.” Deuteronomio 29:14-15
“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos. Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste.” Juan 17:20-21
Observemos la tremenda similitud entre pasajes, la cual no es casual.
Yeshúa, quien es YHWH Hijo, no se encuentra limitado por el tiempo, su sacrificio permanece vigente hasta el tiempo de su segunda venida.
En esta porción de las Escrituras también encontramos otros paralelos con textos del Pacto Renovado (Nuevo Testamento), lo cual veremos a continuación. 29:16 al 18
“Porque vosotros sabéis cómo habitamos en la tierra de Egipto, y cómo hemos pasado por en medio de las naciones por las cuales habéis pasado y habéis visto sus abominaciones y sus ídolos de madera y piedra, de plata y oro, que tienen consigo. No sea que haya entre vosotros varón o mujer, o familia o tribu, cuyo corazón se aparte hoy de YHWH nuestro Elohim, para ir a servir a los dioses de esas naciones; no sea que haya en medio de vosotros raíz que produzca hiel y ajenjo,…”
De la lectura de los citados versículos podemos entender el peligro latiente de volver los israelitas sobre sus pasos y adorar los dioses de las naciones circundantes, vecinas. Ese peligro conlleva la existencia de algo muy grave, la raíz de amargura.
Para comprender este mensaje debemos desandar cierto terreno espiritual ya recorrido. Nos referimos a algo que ya hemos recibido en la Toráh. Veamos el siguiente pasaje, Deuteronomio 7:1-2
“Cuando YHWH tu Elohim te haya introducido en la tierra en la cual entrarás para tomarla, y haya echado de delante de ti a muchas naciones, al heteo, al gergeseo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, siete naciones mayores y más poderosas que tú, y YHWH tu Elohim las haya entregado delante de ti, y las hayas derrotado, las destruirás del todo; no harás con ellas alianza, ni tendrás de ellas misericordia.”
La frase que ha sido traducida como las destruirás del todo, en realidad es más hermosa si traducimos literalmente el original hebreo. Pues dice “aniquila aniquilarás”.
Ya hemos visto en otras ocasiones como palabras o frases repetidas indican además de un afianzamiento de la idea, algo que tiene trascendencia a un tiempo posterior. Ya vimos por ejemplo que cuando la Instrucción dice “justicia justicia perseguirás” se está haciendo mención a las dos justicias, o las dos formas que adquiere la justicia. Por un lado la Preciosa Toráh Escrita conduciendo al conocimiento del pecado, el llamado ministerio de muerte y por otro lado la Toráh Viva la cual es Yeshúa llamado el ministerio de vida. No que la Toráh escrita sea mala y conduzca a la muerte, sino que a través de ella tomamos conocimiento de lo que el pecado es, el cual conduce a muerte.
En el punto que estamos viendo, “aniquila aniquilarás”, nos habla de dos etapas distintas. Una primera en la cual el Pueblo conquista los distintos territorios de la Tierra Prometida, arrasa los lugares altos de los pueblos idólatras, sus altares, sus árboles sagrados, sus obeliscos, etcétera.
Y una segunda etapa en la cual el Pueblo hace una segunda destrucción de la idolatría yendo hasta las profundas raíces de la misma. Lo cual también tiene relación con la vida del creyente. Por cuanto quita los ídolos visibles de su vida, mas luego debe pasar por una nueva etapa donde cava profundamente en su interior quitando las malas raíces de dónde pudiesen surgir nuevamente las idolatrías. Arrancando de su ser todo aquello que aún necesita desarraigarse.
Precisamente aquí es a dónde nos lleva la Instrucción en la porción de esta semana, indicando que no debemos dejar que crezca en nuestro interior una raíz de idolatría, la cual constituye una raíz de amargura.
Escribimos más arriba que este texto tiene su paralelo en el Pacto Renovado. Veamos entonces el correspondiente versículo, Hebreos 12:15
“Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de YHWH; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;…”
Está claro que cualquier raíz de amargura que pudiese dar retoño en alguno de los creyentes, conduce a una infección que se traslada a todo el cuerpo de la Congregación.
La porción en análisis es una advertencia no sólo para todos aquellos que se encontraban a las puertas de la Tierra Prometida, sino como fue dicho también es para aquellos que allí no estaban en ese momento y que hoy estamos en distintas partes del mundo. Cuidemos nuestras mentes y nuestros corazones, cavando profundamente en nosotros mismos, de forma tal que ninguna raíz de idolatría y amargura pueda sobrevivir.
*RICARDO*
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