Salmo 1:3 “Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,…”
Me parece importante que en esta ocasión reflexionemos un poco acerca de los frutos y el dar fruto.
La preciosa Toráh nos enseña muchas cosas. Y poder tenerla cerca de nuestras manos es una de las mayores bendiciones que una persona puede tener en su vida.
Asimismo, a través de los elementos de la Creación, Elohim se ha encargado de proporcionarnos medios por los cuales recibir sus enseñanzas. Recordemos lo que el Apóstol Saulo nos enseña en su Carta a los Romanos:
1:20 “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas,…”
A veces tendemos a espiritualizar tanto las cosas que perdemos de vista la sencillez de lo que se nos está diciendo.
Y me refiero puntualmente a que olvidamos que los ejemplos con los cuales se tiñe la escritura, los modelos que toma Elohim para enseñarnos sus verdades, son sencillos y están a nuestro alcance.
Su “eterno poder y deidad” es posible de ser entendido por las cosas “visibles”.
En el versículo que he citado, que es uno de los primeros de los salmos, se nos habla del varón comparado con un árbol frutal.
¿Quién no ha visto un árbol frutal en su vida? Todos sabemos cómo es. Entonces qué mejor figura podría usar nuestro Elohim para que comprendamos lo que desea de nosotros. Pues el árbol frutal es una de esas cosas visibles que El ha creado y que nos permite ver su Poder.
Cómo podemos entonces entender lo que se nos está diciendo a través del versículo del salmo.
Aquí es donde tenemos varias visiones posibles. Una de los cuales puede hacer mención al hombre que, en los días de arrepentimiento, recibe el mensaje de Juan el Inmersor. Cambia su vida, hace teshuvá, arrepentimiento, y producto de ello sus acciones posteriores demuestran que un cambio en su interior se ha producido. Lo cual es dicho en el texto de Mateo:
3:8 “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento,…”
Si bien es esta una de las posibles visiones que surgen al comparar al hombre con un árbol que produce frutos. Quiero ir un poco más allá. Un poco más a fondo en esto.
Hago esto apuntando a otra cuestión: qué es un fruto.
Por la experiencia clara de las cosas visibles vemos que un fruto es algo que alimenta y que tiene semillas. ¿Parece demasiado sencillo? Pues bien, así lo ha querido el Altísimo.
Usemos por un momento nuestro pensamiento y analicemos.
¿Estamos siendo árboles que generan frutos que alimentan a otros?
Nuestras bocas ¿Están generando comprensión de las Escrituras, las cuales alimentan a otros y los ayudan a relacionarse cada día mejor con su Creador y sus semejantes? ¿Estamos brindando a otros los frutos de nuestros pensamientos y estos los están alimentando con la verdad de YHWH?
Visto desde esta perspectiva, ahora el fruto es más que una acción, es más que un buen hecho de la vida que sirve de influencia a otro o demuestra que hemos cambiado.
En un escrito anterior dije que el pensamiento es uno de los ropajes del alma. Pues bien, el habla es el segundo ropaje del alma. Y el habla se expresa a través de palabras, escritos, no es casual que en Proverbios 12:14 se diga:
“El hombre será saciado de bien del fruto de su boca…”
Entonces es dable entender al fruto como aquello que parte de una persona para alimentar espiritualmente a otra.
Pero lo realmente sorprendente de la Creación es que los frutos contienen en sí mismos el poder creativo de nuevos árboles. El poder generador de nuevos árboles productores de nuevos frutos. Por lo cual es dable entender por qué la Palabra sembrada nunca vuelve vacía.
De esta forma los frutos que alguien come serán generadores de nuevos generadores de frutos.
De esta forma la enseñanza, la Palabra transmitida no se genera en vano, sino que desarrollada servirá para luego iluminar a otros.
Comprendido esto, entonces ¿Cómo haremos para ser árboles que den fruto y no ser talados por su carencia?
¿Ello aparece espontáneamente en el nuevo creyente?
¿De un día para otro se transforma en un bello árbol lleno de frutos?
Veamos qué nos dice el mismo Salmo:
1:2 “…en la Toráh de YHWH está su delicia, y en su Toráh medita de día y de noche”
Es evidente que el hombre para poder llegar a ser un árbol que dé frutos que alimenten a otros debe formarse. Pero no es la formación académica o institucional la requerida. Sino que se necesita meditar a cada instante disponible en la preciosa Toráh.
Como escribí antes, un bocado a la vez. Un versículo, un pasaje. Analizando, indagando diligentemente en su contenido, para su vida y la de otros. Buscando lo que el Altísimo ha querido significar.
Pues bien, entonces, ser árboles, que den frutos. Alimento espiritual para aquellos que el creador pondrá. Sin hartar, sin cansar al oyente, con palabras sencillas. Así como no le hablaré a alguien en quichua porque es un idioma que no maneja, no usaré el hebreo como jactancia de intelectuales.
Y la propia Toráh del Altísimo hará el resto.
*RICARDO*
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